martes, 22 de marzo de 2011

Tilcara




Un poquito de sabor a Enero

De camino a Tilcara por la Ruta nro 9 la vista es increíble. Así tan llano y simple como esa palabra: increíble. Muy pocas veces dibujo con instrumentos simples la belleza, pero es tal la magnitud en esta oportunidad que mis ojos no pueden creer el paisaje que se impone del otro lado del vidrio. Es tal la magnitud que toda esa palabrería hermosa con la que describo tantas cosas, lugares que ahora me parecen mundanos, cae en el orden de lo indigno, la cotidianidad de lo ordinariamente lindo.
El camino de Maimara, Purmamarca, Tilcara, es increíble, solo eso.
La belleza es tan otra belleza…

Giramos en una curva pronunciada para entrar de lleno esta tarde en uno de los valles mas preciosos que pude visitar en el norte. Las primeras carpas irrumpen con su color llamativo en el paisaje terroso de casas, extensiones de tierra, pequeños cuadrados de adobe que se elevan entre los valles, tan autóctonos como los cardones gigantes que crecen en el pedregal, juntadas de roca colorida, ruinas quizás de una vieja historia. Estos refugios se distinguen chillones como el turista masivo con cámara de fotos se distingue de los lugareños.
Tilcara en estas fechas es sinónimo de contradicciones. Un lugar hermoso y horrible, de paz y de joda, de mate y alcohol, de tarde y de noche, de frío y calor.
La terminal y sus calles de tierra están repletas de colectivos y de gente que desborda el lugar con impaciencia… me asusta pensar que este pueblo de fachada delicada, simple y chica puede llegar a resquebrajarse con tantas personas como si fuera una esfera de cristal. Impaciencia… creí nunca tener que utilizar esta palabra en el norte.
Hay una contaminación muy grande jujeños, supuestos “dueños del lugar”, se lo apropian, se lo reclaman, se lo exclama, ¡Enero Tilcareño es jujeño!, entonces hacemos lo que queremos. Y una exclamación un poco más sorda de la invasión porteña que se cree dueño de todo, pero eso, claro, ya es natural en ellos.
El primer impacto fue justamente eso, un impacto, con matices de un sabor amargo en la boca de lenguas iguales con acentos diferentes. Un sentimiento de rechazo y de gran anhelo hacia tu dorado bolsillo. Pero como suelen decir la primera impresión no siempre es la correcta y no hay nada que un buen fin de semana no pueda curar con un poco de noche y un domingo de mate. Actividades para amigarse con el lugar.
Degustar las contradicciones de Tilcara en Enero es nuestra actividad turística y se parece a ver tocar a Alma Jujeña y a Abel Pintos en el Club Terri junto a litros de Fernet, o ir a ver un partido de futbol femenino en las lejanías de dicho valle, o intentar subir a la garganta del diablo a las 10 de la noche, o ir al museo arqueológico de la plaza, o tomar mate con conocidos en cada rincón de las calles de tierra, o salir a bailar al quincho con canadienses, o bailar también en las calles de la plaza, o contrabandear una cerveza, o escaparse de un hostel estafador, o comer tortillas con queso y empanadas de cayote, o ser corridas por llamas en la cima de un mirador, o disfrutar del perfume de los jardines mas coloridos que haya visto en el camino a la laguna de los patos, o visitar el pucara de Tilcara junto con sus propias contradicciones arqueológicas, pero esta última es historia para otro relato.

viernes, 4 de marzo de 2011

Museo de la "Pachamama" vs. Ruinas de Quilmes




Entre una relación divina de pecados; el lugar en el que pude por primera vez en mi vida probar las riquísimas humitas en un pequeño puesto de calle mientras cantaba a las nubes Salamanca, y no, no son empanadas como me dijo entre risas un lugareño, y el mejor lugar donde salimos de noche (historia que solo se la dejo a la divinidad); Amaicha del Valle guarda en mi memoria una historia de lucha indígena.

Boliche con pinta de museo

A unos metros del centro se encuentra el Museo de la Pachamama. Un lugar maravilloso de fachada cultural falsa, de rasgos vanidosos y adornos soberbios. Lo cierto es que el “museo” es realmente un lugar bello de recorridos bien adornados y exposiciones llevadas a cabo con la mayor pulcritud, orden cronológico, paredes empedradas y un guía desganado. Es una muestra de arte con brillantina turística. Un patio con laberintos curiosos que celebra la fantasía de un boliche nocturno entre escaleras, amplios patios de adoquines, balcones vistosos y esculturas imponentes. Y una última sala que delata la finalidad comercial por sobre los valores reales de la pachamama. Obras de arte de autor. Cruz y sus esculturas, Cruz y sus tejidos, Cruz y sus hermosas pinturas con rasgos nativos, Cruz infinito arquitecto, Cruz el buen artista autóctono que llevo su cultura a las masas.
“Para consultar los precios de las pinturas por favor dirigirse al hall de entrada.”
Pero la verdad es que Cruz el buen artista es por sobre sus buenos dones creativos un empresario muy “audaz...”
Hipocresía en Amaicha con un cartel sin vergüenza:
“Museo de la Pachamama – Cuna de arte Indígena.”
La historia de Cruz se reunirá conmigo nuevamente unos Km. más arriba por la Ruta 40.

Pachamama en los Valles

Las montañas se abren paso como puertas para dar lugar a los valles calchaquíes. Un surco de tierra que nos invita a explorar sus rincones. Camino a Cafayate hay una parada obligatoria para todo aquel que quiera ver la otra cara de la pachamama, la verdadera pacha y “unas piedritas apiladas” según un san migueleño después de beber un sorbo más de Fernet.
Doblamos perpendicularmente en la ruta a una calle un poco rústica. Quien nos lleva por estos caminos es Duende. Un descendiente, un miembro de la comunidad Quilmes que nos cuenta, con la mas atractivas de sus auras, su historia y la de su familia. Aunque la sangre de los valles corra por sus venas, pertenecer a un pueblo indígena no es una cuestión de raza o color, seria algo oscuro concebirlo así incluso después de tanto mestizaje, se trata de abrazar una visión con el mundo, una forma de vida en la que el hombre se adapta a la naturaleza y no al revés. Y es esa ideología con los elementos la que nos cuenta Duende con una voz tranquila, pausada, dulce y placentera, que cuando pronuncia palabra es la sentencia para la voz extraña. Todos callan, todos lo quieren oír mientras estamos sentados junto a este roble. Sus valores, tan diferentes a los de la ciudad, crean una ronda de calma y paz para atender homogéneamente a relatos sobre una mirada profunda para con la tierra y la naturaleza, el respeto y el ser. Nos cuenta tradiciones, nos cuenta sobre el chaman, las plantas y sus dones, sobre tragedias y llantos, sobre la tierra y el dueño del asfalto.
Las Ruinas de Quilmes ocupan aproximadamente treinta hectáreas y están ubicadas cerca del cerro Alto del Rey. Parte de lo que se puede visitar hoy es la reconstrucción que realizo la Universidad de Buenos Aires en 1977 de solo una pequeña pero imponente parte del total de la ciudad sagrada. Dicha reconstrucción son cimientos de los viejos hogares de la antigua comunidad indígena que se observan como laberintos de rocas apiladas, cuadrados que están llenos de historia. Imagino sus fantasmas dando vueltas entre las viviendas como si fueran imágenes de una película. Chicos jugando en las afueras de estos muros, una madre alimentando a su recién nacido, cientos de personas cruzando los pasillos y en lo alto del cerro un hombre vigilando como lince el horizonte. Nadie nota mi presencia, acá el fantasma soy yo. ¿Y que paso con el Machu Pichu Tucumano? Lo mismo que en Perú. Los fragmentos del tiempo nos acompañan mientras paso a paso nos acercamos a la cima.
La historia comienza mucho antes de la llegada del europeo, cuando el indígena no conocía a los caras pálidas y vivía preocupado por un invasor más próximo: los Incas. Sí, hay espacio y tiempo antes del inicio mismo de la historia, hay relatos escondidos que quedaron sin testigos o con algunos pocos cuentos y leyendas. Quizás las montañas algún día revelen aquellos curiosos tesoros escondidos de memoria. Hoy nos conformaremos con contar un nudo que hasta la actualidad no parece tener desenlace.

En 1667 los Quilmes sufrieron su más importante derrota militar a manos de los españoles. Luego de que se vieran privados del consumo de agua y sus tierras fértiles la comunidad fue obligada a abandonar sus tierras y a realizar un éxodo con más de 6000 personas. Aquellos pocos que sobrevivieron se situaron en las orillas del Río de la Plata donde terminaron de ser sometidos. De allí el nombre de la ciudad ubicada a 35 Km. al sur de Capital Federal ¿Quién diría que incluso la cerveza más popular argentina arrastraría en su nombre una huella tan auténtica?
Desde 1770 los Quilmes y los Amaichas pudieron mantener hasta el día de hoy parte del territorio de la banda este del río Santa María mientras que el territorio restante fue inscrito en el Registro de la Propiedad de la Provincia de Tucumán a nombre de los usurpadores. Y las manchas continúan hasta el día de hoy. Tuvieron que no solo pagar tributos por el uso de su tierra y entregar dos tercios de las cosechas o el 50% de la cría de animales al Estado, sino también trabajar gratuitamente para poder acceder a los derechos que, ya desde la corona española, fueron otorgados. Estos a pesar de ser utilizados como derecho consuetudinario en la jurisprudencia de la actualidad, nunca fueron reconocidos totalmente validos desde el Estado. El titulo de propiedad, que repetidas veces vi inscripto en las paredes de los museos arqueológicos de la zona de NOA, citaba:

Bajo cuyos límites damos la posesión Real, temporal y corporal al susodicho cacique, para él, su indiada, sus herederos y sucesores. Y ordenamos al gran Sánchez, que está a siete leguas de Tucumán abajo, deje venir a los indios que le encomendaron por el referido tiempo de diez años, para que instruidos volviesen todos a sus casas como dueños legítimos de aquellas tierras, para que las posean ellos y sus descendientes


Vertices y aristas

Y un nombre conocido es repetido con indignación por la boca de nuestro compañero. En los 90`se otorgó la concesión del territorio al empresario Héctor Cruz por diez años a cambio de un canon de ciento diez pesos mediante el consentimiento del entonces gobernador de Tucumán “Palito” Ortega. Este empresario causo un daño irreparable en la zona con la construcción de un hotel, que todos podemos observar con su respectiva pileta desde las aturas del cerro, dentro del lugar arqueológico, sin el consentimiento de la comunidad y sin pagar un solo centavo. A los ciento diez pesos miserables se los llevo el neoliberalismo de esta época y la tierra como siempre es para quienes más tienen ya que sean o no sean “culturas originarias” el problema de la distribución sigue siendo el mismo. Cruz el artista nativo es un gran empresario y demuestra con sus actos los valores de su tierra. La pachamama llora de vergüenza entre museos y hoteles. Pero esta madre no deja tirados a sus hijos y les otorga a la comunidad la fuerza para movilizarse y luchar. En 2007 los descendientes de los Quilmes cortaron el acceso a las ruinas en señal de protesta, y el 13 de diciembre desalojaron por la fuerza a Héctor Cruz quien aun hoy pretende seguir explotando la zona. Actualmente los juicios continúan pero diversas apelaciones le dieron la razón a los descendientes que se encuentran acá, a los lados de la Ruta 40, entre el camino de Amaicha y Cafayate.

Llegar a la cima

Hay remembranzas de noticias que son ocultas hasta que la sangre es derramada por algún luchador para recordarles a los individuos del asfalto que esta tierra también es suya, que estas venas también formaron su carne y que cada llanto silenciado no es más que un grito acumulado, próximo a estallar. Ahora son solo sonidos de la naturaleza los que se oyen pero palabras agudas las que invaden las reflexiones.
El ultimo respiro profundo para el último escalón. Compartir un minuto de silencio con un grupo de extraños hace que la montaña arme un vínculo sin nombre, ya que todos se hipnotizan con la explosión de sus sentidos y saber que uno no siente todo esto solo, sino que en companía es cálido. Hay un sol tímido que de a poco se esconde, cuna perfecta para el descanso final de la aventura corporal consumada y el inicio del despertar de la historia esta relatada. Dice la leyenda que los cardos crecidos entre las rocas de estos valles son los espíritus de los Quilmes, los Amaichas, los Tafies. Sus siluetas pronunciadas nos observan inmóviles mientras la noche apacigua el día. Late el espíritu en su ritual y los hijos vuelven a la ciudad sagrada cuando las estrellas brillan fuertes en el firmamento.