domingo, 26 de septiembre de 2010

Noche soñando el norte


Cuando se asoman días más largos, más cálidos y celestes no solo mi ánimo se ve contagiado con el aroma a lavanda y laurel de la entrada de mi casa, sino que mis ansias sufren también cambios. Espontáneamente de vez en cuando aparecen niveles de impaciencia. Ya se que el tiempo pasa volando. El año ya termina. Pero no me basta tantearlo con las yemas de mis dedos, no me agrada hacer puntas de pies para poder rozarlo, quiero estar en fechas YA.
Y entre marañas en mi cabeza, pies inquietos y frescura de un aroma a noches de arabia por un baño reciente, me siento frente al libro gordo de petete virtual y tanteo con las yemas de mis dedos el próximo escape. El buscador de a poco combinara los símbolos correspondientes: NORTE ARGENTINO – BOLIVIA.
Miro desde estas ventanas los mares inmensos de sal, los caminos, las vestimentas, los colores, los paisajes y deseo ser yo la sombra proyectada por ese alguien en aquel ocaso extraordinario. Cuan impaciente estoy que hasta comienzo a marcar la ruta posible del recorrido, a buscar posibles lugares para armar la carpa, trenes, paseos y demás. Pero pasadas las dos horas un sentimiento de incertidumbre, de desinterés y aburrimiento invade mi ser. Quizás estoy dejando pasar algo importante. Pienso si me olvido de algo, si necesito una mochila nueva, a quien podría robarle la carpa por un mes sin que tenga miedo de que vuelva a perderla haciendo dedo, y sin quererlo vuelven a mi mente esos viajes…
Cierro las pestañas, cierro las ventanas, tiro el mapa en algún rincón de la jungla de mi cuarto para que se pierda y sacudo mi cabeza para olvidarme de cientos de cosas que intente memorizar. Esa incertidumbre era producida por esta actitud extraña de orden y de algo que sí había dejado pasar.
Me había olvidado que soy demasiado vaga para organizar cualquier cosa pero principalmente me habia olvidado que lo más divertido de todo esto era el motivo y el fin de viajar. Perderme, desorientarme, relajarme, desaparecer por un tiempo, olvidarme…
Lo único que necesito para programar enero es esta foto...

Ahora sí puedo ir a soñar dormida y tranquila, el tiempo asi pasará volando...

sábado, 18 de septiembre de 2010

Tarde con trazos de lápiz multicolor.


Un lápiz trazó un "viajesito" desde la "terminal" Congreso, subiendo por Av Rivadavia, derecho por la Av de Mayo llegando finalmente a Plaza de Mayo.

Con cada paso el calor aumenta. La juventud se acelera. La calle se hace peatonal y la carne se fermenta con entusiasmo en la sangre.
Murga, color, cánticos, bengalas, música, banderas y hasta una representación rodean la cúpula del Congreso. Cuanto arte y cuantos jóvenes. Creerás que se trata de algún recital o de una fiesta, pero no. Es la prueba de que el estereotipo que hoy día tenemos acerca de nuestra adolescencia y juventud en la sociedad por medio de los medios de comunicación, aquella que muestra al chico violento, drogadicto y vago, es errónea. Los jóvenes construimos también y muchas veces somos nosotros quienes, irónicamente, damos lecciones a los adultos.
Hoy se cumple un año más de la Noche de los Lápices. Hoy se recuerda a los compañeros que aquel 16 de septiembre de 1976 fueron secuestrados, torturados y desaparecidos por haber luchado en reclamo de sus derechos como estudiantes. Aquel boleto estudiantil secundario que hoy se ve reflejado en la lucha estudiantil por la educación pública. Miles de alumnos secundarios, universitarios, terciarios, docentes y padres tienen una materia en común que se dicta en el aula de nombre “Plaza de Mayo”: reclamar mejoras edilicias y mayor presupuesto educativo. Más allá de las formas, más allá de los métodos, hoy todos se mueven por la misma razón.
Poco a poco la multitud se multiplica, se triplica. Una madre viene de trabajar con sus bolsas y libros para apoyar la marcha de su hija en silencio. Silencio porque no necesita decir nada, sus ojos reflejan el orgullo y tal vez un recuerdo no muy lejano de hace unos treinta años atrás.
Desde los balcones son muchos los que se aproximan a sacar fotos o a mirar la longitud de esta inmensa marcha que tiene memoria, que hace memoria. Mañana dirán que ocupó la longitud de diez cuadras. A ciencia acierta no lo sé ya que mire donde mire hay gente que abarca todo en el horizonte de estas calles.
Voy donde oigo el hermoso ruido de la fiesta barrial bajo una bandera que dice IUNA. Los estudiantes de arte no dejan de ser artistas nunca. Se lleva en la sangre, se lleva en cada manifestación, incluso mínima, de la vida. Bailan contagiosos al ritmo de la murga entre disfraces de payasos, lápices coloridos y carteles intervenidos por alguna mano pintora.
La música también es parte de la UBA y entre facultad y facultad se hacen paso los cientistas sociales con enérgica marcha entre la murga y el disfraz del añorado edificio único que divertidamente viste uno de los compañeros. Naturales y su bandera gigante amarilla. Cientos de banderas de todos los colores. Wipalas flameando tras deliciosos instrumentos nativos. Banderas de partidos políticos. Política… No es una mala palabra “personas adultas”, no es una excusa valida para deslegitimar ESTO.
“La educación es un derecho” se repetía en los escenarios frente a la Casa de Gobierno.
Los medios de comunicación publicarán mañana que un grupo reducido realizó escraches ante uno de los edificios porteños mas “bellos”. Intentarán describir los hechos de la manera más violenta posible. Otros disminuirán la participación activa de las estudiantes de universidades y harán hincapié en el reclamo secundario contra Macri. Otros por el contrario escribirán sentencias contra el gobierno nacional. Y pasado mañana serán muchos los que solo recuerden la imagen de un muñeco deteriorándose bajo las brazas del fuego. Pero este ojo, intento cronista, es testigo y sabe que esa sabana blanca que encabeza a los cuerpos marchantes tiene razón “A 34 años, los Lápices Seguimos Escribiendo”

martes, 14 de septiembre de 2010

Día en Costanera Sur


Siguiendo por Villaflor a unas cuatro o cinco cuadras me topo con la Reserva Ecologica Costanera Sur o mejor conocida como Costanera Sur, pero eso forma parte del pasado:

En la decada del Centenario miles de porteños se acercaban al lugar en busca de aire fresco en las tardes de verano, o para bañarse en el río. El lugar estaba enriquesido con la instalación de bares y confiterías que sumaban su belleza arquitectónica a la Fuente de la Nereidas, de la escultora Lola Mora, la estatua de homenaje a los aviadores del Plus Ultra, en estilo art decò, las farolas de bronce, el monumento a los Reyes de España. El balneario se convirtió en uno de los paseos preferidos de los porteños, no sólo durante el día, sino también por la noche, gracias a los espectáculos de música y variedades ofrecidos en las confiterías. Hacia fines de los años ’50 comenzó la decadencia del Balneario, las instalaciones se fueron deteriorando y poco a poco comenzaron a aparecer carteles que prohibían el baño debido a la contaminación del río. En los ´70 una decisión golpeó la estetica del viejo y contaminado balneario ¿Las razones? Se dice que querían ganarle tierra al rio y colocar alli la administracion de la Ciudad, proyecto sin sentido de la dictadura que quedó en suspenso. Un dolor profundo en el estómago me surgió de un recuerdo acerca de una historia argentina reciente, llena de dolor, de sangre y muerte. Muerte. ¿Serán verdad las historias sobre la verdadera razón de ser de esta mezcla de vegetación con basura y los aviones? Aviones, cuerpos, mar, río. Personas que son memoria, gente que ya no esta.

A aquella tierra abandonada la naturaleza se encargo de abrazarla en su seno. A partir de entonces, y en forma espontánea, comenzaron a desarrollarse diferentes comunidades vegetales a partir de semillas presentes en el sedimento, transportadas por el viento o dispersadas por los animales. Al proporcionar refugio y alimento, las plantas favorecieron el establecimiento de poblaciones animales. Desde el primer momento, las lagunas y pastizales fueron surgiendo, llamaron la atención de los amantes de la naturaleza y los observadores de aves, que comenzaron a visitarlas regularmente. A medida que crecía la diversidad biológica, aparecían los bosques y aumentaba la variedad de especies animales, el lugar fue convocando a más gente, aerobistas, ciclistas, estudiantes naturalistas y observadores de aves extranjeros de paso por Buenos Aires. Luego se conocería como la Reserva Ecologica Costanera Sur.

Ahora el agua estaba ahí como yo no lo recordaba, hace unos años la sequía había drenado por completo el pantano en la Laguna de los Coypos. Parecía una barrera triste y seca entre la civilización y la naturaleza. Ahora es más un montículo de agua, pasto, basura que nadie recoje, pantano atravesado por motores en el aire. Invadido cada rincon por miles de aves de diferentes especies, colores y tamaños. Algunas de las confiterías siguen estando alli aunque ya no cumplen la funcion de servir cenas, bebidas, tango y espectaculos. Hoy en día la Cervecería Munich ya no divierte como antes. Acompaño a la decadencia del balneario y luego se transformo en el Centro de Museos de Buenos Aires donde infantes expresan su arte en cada rincon de sus muros con pinturas y dibujos divertidos. A pesar de la drástica transformacion todavía quedan vestigios de lo que alguna vez fue. Balcones por doquier parecidos a obras Shakesperianas. Detalles en vitro que muestran una fuerte descendencia alemana y cervecera. Hasta los azulejos y las baldosas son contagiados con el entusiasmo de la cebada. Imagino desde la vsita de sus balcones miles de historias que podrían haber sucedido en el pasado. Historias de amor, de locura o muerte. A lo lejos un tumulto verde me impiden la mirada al río… hacia alla me dirijo.
Chimeneas aportan un poco mas de suciedad al aire en la distancia, atras de la abundante vegetacion. Pero su posible olor es tapado por algo mas cercano y atractivo. El aroma a comida inunda mi nariz. Sobre esta vereda, que bordea y separa la naturaleza del asfalto, estan asentados docenas de puestos de chori con sus respectivos nombres “Su Parrillon”, “Nuestro Parrillon”, “Tu Parrillon”, “El Parrillon”, etc. No hay mucha originalidad lo cual me hace sospechar que son casi todos del mismo dueño. Pero nadie quiere hablar. Todos te atienden con calidez pero a la primera pregunta esquivan la mirada.
- No entiendo. No tengo nada que decirte. No se nada.- Me dice un anciano con la peor de sus caras.
Todos o casi todos. Una empleada con redesilla en la cabeza me contaba sobre los problemas de mantenimiento que tuvieron y tienen durante el año mientras me servia las mas ricas papas fritas.
- El problema princiapal para los negocios es el baño. Los fines de semana estan cerrados. Y la gente se queja porque no puede venir a comer algo rico y no tener baño. Para colmo los sabados y domingos el lugar se llena. -
- Mucha gente son atraidos por el olorcito a la comida y lo tranquilo de este paseo. –
- Viene todo tipo de gente. Desde el tachero que hizo una pausa, el extranjero que quiere probar algo diferente o el corredor que se ve tentado con el aroma. Hasta Julio Boca que vive alla arriba me vino a visitar una vez. – Señala las torres gemelas que hacen sombra en la reserva. Los edificios mas altos de Capital Federal.
Antes de irme a disfrutar mis papas en el recorrido de la Reserva compruebo lo que ella me relató. Un extranjero se acerca a probar un poco de esa comida autoctona que los argentinos aman y unas corredoras se rien de sus debilidades ante la tentacion.
Nunca llegue a ver el agua del río, nisiquiera en las lagunas. Una patrulla me echo antes de que sonara la campana. La verdad es que nunca me había percatado del acelerado reloj que marcaba el tiempo en mi muñeca. Me había perdido en el "mar de pastos" de la Reserva entre historias de y con mate, el compañero ideal para el mirador y el clima frío. Un avion que vuela en lo alto y por lo bajo un pajaro que desplega sus alas imitandolo. Cerca, Colas de Zorro acarician con la brisa las bases de los edificios que descansan a lo lejos. Todo indica el fin luego de que el sol rozará con sus colores anaranjados plieges de la Ciudad de Buenos Aires para darle lugar a la oscuridad festiva y viciosa de los viernes. Contrastes de la naturaleza y la urbanidad. De todas maneras este contraste es pura apariencia. No hay naturaleza libre. Los pastos estan cercados, los horarios de exploracion determinados y sus recorridos bien delimitados. Pero en esta inmensa ciudad de asfalto el refugio es un pequeño escape, un patio trasero para recordar otros lugares. Un patio trasero raro pero que existe.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Día pisando Puerto Madero


El paisaje se torna cada vez mas horizontal y amplio. Descubro una mezcla armoniosa entre edificios antiguos, plazas enormes y limpias vestidas de césped y árboles delicados, la contemporaneidad de monumentos brillantes que reflejan al cielo como espejos, los mas caros restaurantes y hoteles, y las colmenas de concreto y vidrio a las que me voy acercando. Decoraciones minimalistas o Feng Shui. El Puente de la Mujer como estalactita perlada corona a la reina. Sillones en las veredas para tomar café. Perros de “marca” y documentados con árboles genealógicos. Policías en cada esquina. Puerto Madero:”Bella” y soberbia. Es el barrio más joven de la ciudad y se nota, todo tiene olor a nuevo. Es el barrio mas caro de la cuidad y se nota, todo tiene pinta a billete verde.
Todos estos detalles me hacen mucho ruido en la cabeza mientras camino al lado de los diques. Hay tanta armonía entre lo limpio y lo bello que el entusiasmo contagia pero al mismo tiempo empalaga. Es tan argentina Puerto Madero en sus folletos y en sus paseos que me siento tan ajena, tan internacional y extranjera. No se si es casualidad pero las primeras cinco personas que cruzo hablan otro idioma que no es castellano. Ésa no era la argentina que suelo vivir en el conurbano bonaerense a una cuadra de mi barrio, esa que esta pegadita a las vías, esa donde viven todos mis amigos, entre el termidor, la calle de tierra, la cumbia, el ladrillo hueco a la vista, el poco revoque y las vías con zapatillas colgadas de los cables, los puntos estratégicos de los que venden un poco más de elixir de la muerte a los cadáveres.
Miro el mapa para ubicarme mejor. Es un apéndice, una isla unida a la Capital Federal por unas sogas en línea recta que cual venas que se hacen llamar Elvira Rawson Dellepiane, Vera Peñaloza, Azucena Villaflor, Macacha Guemes, M. Sánchez de Thompson y Cecilia Grierson. Estas mujeres que fueron precursoras, muchas veces profesionales relacionadas con la docencia y militancia política, lucharon en su tiempo bajo el ala del feminismo y el socialismo. Mujeres socialistas, anarquistas y feministas dando nombre a las calles del nido de los negocios capitales. Calles de mujeres, Puente de la Mujer, Parque de la Mujer. Todo tiene un tinte femenino y mi ojo me dice que mas que estar relacionado con la lucha de Elvira, de Julieta, de Cecilia o Azucena, esta ahí para mezclarse con la estética del lugar. Los hombres que relacionan a la figura femenina con lo hermoso, delicado, lo pecaminoso, la manzana prohibida, como lo hacen cuando intentan darle carne y hueso a la libertad. Puerto Madero es estéticamente limpia y prolija y para muchos es un deseo similar a lo lujurioso, envidioso y tambien prohibido porque para muchos tiene aspecto de inalcanzable, por la altura de sus edificios, por lo caro de sus menús.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Día de un viaje a Costanera Sur


Conozco el lugar. Lo conocí hace unos cinco años esa edad en la que uno tiene los años suficientes para viajar solo distancias largas por placer. La edad en la que uno se pregunta que rincones esconderá la ciudad vertical y si será cierto la inmensidad de su naturaleza. Esa inmensidad que de chica veía en los gestos de los adultos de Buenos Aires cuando combinaban las palabras – Ayer fui a Capital.- Era una frase con premisa de novedad, como si fuera más importante que visitar Hurlingan, la cual se encontraba a la misma distancia de casa que Ciudad Autónoma.
Así de la duda salte al hecho y viaje. Pasear por Capital y descubrir sus escondidos rincones se transformo en el pasatiempo de vez en mes. Retiro era siempre el primer pliegue a desdoblar en este mapa del tesoro. Seguía Plaza San Martín, Florida, tal vez Corrientes con sus teatros o Recoleta con sus bosques afrancesados, esa con tintes coloridos de un menjurje de circo, música y artesanía, o quizás Congreso a saciar el hambre en mi restaurante favorito o si el paladar pedía pizza el destino sin duda era Chacarita. Nueve de Julio… solo para caminar. Todo según el día, según las ganas, según la plata. Pero aunque en general no solía tener nada de plata en el bolsillo, casi todo es gratis en Buenos Aires. Solo hay que rebuscar en los rincones. Rica en cultura, de asfalto. Una burbuja frágil de cristal pero dura como el concreto.
Millones de personas la visitan cuando sale el sol. La luna se ve tan solitaria los días de semana. Es un corazón que duerme solo y tranquilo, que sueña con los latidos veloces de los pasos agitados y rápidos que le brinda la adrenalina transportada por sus arterias pulmonares a partir de las 6 de la mañana de lunes a viernes. Es adicta a ese movimiento, a esa asceleracion en la sangre. Tanto que en su búsqueda de más acción se vuelve violenta, nerviosa e impaciente.
Los fin de semanas son las noches las que no descansan. La variedad existe pero satura las opciones. Donde en plena oscuridad miles de luces descargan vicio y vida. Juego y baile. Recitales y exposiciones. Música de miles de armonías y melodías diferentes transportada en las venas. Gritos y silencios en la noche. Llantos o risas. Todo depende de donde estés parado.
Amo Capital Federal la amo tanto como la odio.

- Chacarita. –
- ¿Ida y Vuelta? -
- Ida. -
La basura de las vías vuela en remolinos cuando el poderoso San Martín se acerca firme a la estación San Miguel. Pobre José de San Martín, considerado el Libertador de America y el más grande, al igual que con los billetes, acá nombra al tren más precario. Y allá del lado izquierdo cerca de la estación Mitre esta el famoso Patio Bullrich y del lado derecho acompañando a la estación San Martín la igual famosa Villa 31 con gente que lucha por tener algún San Martín en el bolsillo.Esta frontera que junto a su avenida y vías de tren separa a dos mundos polarizados. A la izquierda burbujas de cemento y vidrio que engloban al consumismo y una gran vida capital diferente a la realidad de la derecha, residuo de la primera.

No hay mucha gente en estos horarios de siestas y viernes. Normalmente vería colgados de los vagones a las personas que retrasados no quieren llegar tarde a sus empleos. Causa de miles de accidentes y de carteles de prevención que juegan con la sensibilidad para generar conciencia o con coloridas pancartas con enigmas ingenuos y molestos que uno lee una y otra vez para no perder la costumbre. Lo mejor para un recorrido ya conocido de memoria son los auriculares y la radio. Me dan ganas de reír a carcajadas como esta locutora pero todo aquello que se asome al trasporte publico y no sea el de expresión ambigua entre la nada y la reflexión, entre la distracción y la observación, el de simplemente la indiferencia, me acercaría al que dirán y la clasificación de locura. Así que sonrío delicadamente y cierro los ojos para intentar dormir. Pero descansar se me hace difícil. Con este frío el ciclo del agua juega a hacer escarcha entre las bifurcaciones de la piel y vapor entre los labios rojos. El abrazo propio quiere ahuyentarlo pero es inútil la locomotora parece estar en mis piernas y no yo en ella.
Ya se siente llegar Chacarita y próximamente se ve el círculo rojo con boca a lo subterráneo.
- Dos… –
Adoro el subte. Si no fuera por este trasporte siempre me perdería en esta ciudad de esquinas parecidas y sus acolchonados asientos me hacen sentir en un primer tacto, por un breve momento, como esa niña que jugaba a saltar en la cama de resortes de sus abuelos. Las expresiones siguen siendo las mismas. Alem.
Luna Park. Esta esquina me trae divertidos recuerdos. Pero esta tarde no hago fila para sacar nuevas entradas y, no sin antes echarle un vistazo a la cartelera, sigo de largo por los últimos metros de la Avenida Corrientes en vista al río. Pero antes de llegar a ver al oleaje hay un barrio que atravesar...

martes, 7 de septiembre de 2010

Tarde con pantalla grande independiente


Un recorrido de un recuerdo no muy lejano y anotaciones para el año proximo...

El día se despierta tarde con la resaca de una noche de tormenta. Son las 10:00 AM de un sábado gris. Pocos agujeros celestes se ven en el cielo. Vestigios de un aroma a café que se impregno en la ropa, abrigo en mano, paraguas, agenda y lapicera, morral, guía T del bolsillo para un viaje de una hora y cuarenta minutos a la gran cuidad porteña y un par de pesos es lo único que necesito. Es que para esta tarde de sábado no es necesaria mucha plata. Es un día especial para el pochocho, la coca y la pantalla grande. Pero esta vez no voy a ver cualquier película comercial. Hoy es sábado de BAFICI, el doceavo Festival Internacional de Cine Independiente que se realiza en Buenos Aires. Nació en 1999, y año a año se consolidó como uno de los Festivales de cine más destacados del mundo, con un importante reconocimiento y un lugar de privilegio en la agenda cinematográfica internacional. Es reconocido como vehículo fundamental de promoción para la producción independiente, que aquí puede mostrar los filmes más innovadores, arriesgados y comprometidos. El Festival integra, a través de su amplia programación, diversas expresiones culturales y reúne a directores consagrados y nuevos talentos en un ámbito dinámico. Con un amplio rango de películas que incluye premieres mundiales, argentinas y latinoamericanas, además de merecidas retrospectivas, es el evento más grande y prestigioso para el cine independiente en América Latina.
Luego de un tren y un subte llego al Abasto Shopping, una de las sedes de dicho festival.
Me encuentro en medio del tercer piso, rodeada de carteles celestes, computadoras, panfletos y lugares de descanso. Un contraste marcado entre la gente que va a buscar la programación del cine y aquella que pasa por los costados para subir al cuarto piso en las escaleras mecánicas de esta gran feria chick de marcas conocidas y aparatos ruidosos. El contraste se encuentra tanto en la forma de vestir, la edad, la manera de caminar directo al stan con esa expresión en el cuerpo que sabe a donde va, el habla de algunos japoneses que buscan algo en particular le da su tinte de internacional al lugar, o el simple echo de tener el panfleto en la mano me hacen saber que vienen por lo mismo.
Llega una amiga y elegimos película. Decidimos ver “Cortos Muestra Programa 3” que comenzaba a las 14:45. Luego de hacer una cola de varios minutos nos percatamos de que no era la correcta, la fila para sacar entradas del BAFICI se encontraba a un lado mal señalada, razón por la que llegamos 5 minutos tarde a la última sala de Hoyts numero 12. Había notado en la fila que muchas personas se encontraban ansiosas. Con la programación en la mano consultaban por largometrajes con entradas ya agotadas. Parecían estudiantes de cine y tras haber cruzado un par de líneas con ellos, acerca de la mala señalización de la fila, me di cuenta que efectivamente lo eran.
La sala estaba llena, pocos lugares quedaban libres a los costados.
El primer corto se llamaba “Esa soy yo” de Belén Blanco. Contaba la breve historia de una vieja actriz preparándose desde su camerino para salir a escena. Intentando ser algo cómica en algunos momentos me pareció buena aunque no llenaba las expectativas.
“Retratoautorretrato de Lola Prun” de Paulo Pécora no fue nada convencional. Me pareció interesante el manejo las imágenes en blanco y negro de la playa y la mezcla de voces de fondo que leían una triste carta de amor. No tenía mucho sentido pero el manejo de esos recursos me provocaron un encanto especial. Más que contar una historia contaba sentidos.
El mejor fue “Cyntia todavía tiene las llaves” de Gonzalo Tobal. Se trataba de una chica que tras haberse separado de su pareja aun vivía en secreto por las tardes en el departamento de él. Mientras recorre los rincones de su viejo hogar cuenta con cinismo cómo su vida se encuentra encerrada en los recuerdos de lo que había sido un intenso amor.
Al terminar el tercer corto muchas personas se retiran de la sala incluyendo mi amiga.
Comienza a proyectarse “Del amor” de Goyo Anchou. Lo poco que pude ver antes de quedarme dormida fue lo que parecía una extraña comparación entre tres mujeres en bikini y lobos marinos tirados en una playa bajo el sol. Esta película en blanco y negro, sin conversación alguna y con música estridente casi de terror de fondo, terminó por sumergirme en el mundo de los sueños. Lo último que recuerdo fue la palabra cristalización dominando toda la pantalla cual película muda.
Desperté avergonzada. El siguiente y último corto no fue mejor. “Música para un film perdido” de Luciano Zubillaga parecía realmente perdido. No encontré conexión alguna entre las imágenes, las voces de los locutores, los sonidos, etc. Me imaginaba al director de este film mezclando recursos sacados al azar de una galera. Fiel a una visión dadaísta surge como resultado este corto de 20 minutos eternos que hizo dormir a muchos espectadores.
No me quería retirar tan temprano y llevarme una mala imagen del Festival, pero tampoco quería volver a pagar 10 pesos y estancarme mirando un largometraje que no me interesara, producto de mi escasa experiencia como espectadora de cine independiente. Así que luego de pasear un rato por los rincones del tercer piso y mirar una y otra vez la programación sin saber que hacer, opté por ir al Paseo Carlos Gardel y mirar alguna proyección gratuita al aire libre. Me bastaron no más de 2 minutos para sumergirme en la historia que estaba observando en aquella sala improvisada. Otra vez lleno a pesar del clima que oscilaba entre el buen tiempo y la lluvia, me senté en una de las pocas sillas disponibles a un costado. Los sonidos bulliciosos de la calle no molestaban para nada, desaparecían en el espacio entre la audiencia silenciosa y la pantalla gigante. La acción de “Tape”, del director Richard Linklater, se desarrolla en una habitación de un motel. Allí se aloja Vince, un joven que en la actualidad se dedica al menudeo en la droga, alternando esta actividad ilícita con su condición de bombero voluntario. Vince ha acudido hasta allí para asistir al estreno de la película de su amigo Jon. Este acude a visitar a Vince a su habitación, y en la conversación entre ambos muy pronto comenzarán a relucir reproches que responden a la diferente concepción que de la vida, el futuro y el triunfo tienen ambos. En la profundización del debate entre los dos aflorará un oscuro suceso del pasado de Jon; diez años atrás protagonizó una violación con su compañera Amy. El recuerdo de aquel suceso aparentemente olvidado lo atormentará. La joven tras la sorpresa inicial y el doloroso recuerdo de lo sucedido, aparentemente superado, ejercerá su venganza hacia los dos. Es así como con un solo escenario y tres únicos personajes, logra mantener el interés en todo momento. En Bueno Aires se respira cine. Unos últimos aplausos, el sol que se iba ocultando y las personas que se retiraban en masa me indicaron que debía retirarme. Un viaje largo me esperaba.