lunes, 22 de noviembre de 2010

Noche de Festival


Acá, inmersa en las molestias. En las ataduras corporales de sogas invisibles llamadas resaca. Me pongo a desenredar de un tirón los hilos de memoria que quedaron de la ultima experiencia nocturna.
Las gotas repiqueteaban amenazantes tras la ventana del cuarto de las confesiones amistosas. Pero la noche era amena y este ruido no iba a hacerme dar pasos a un costado. El viaje a capital federal a veces es molesto, debo admitir, pero la costumbre mata ese efecto desalentador. Voy a capital federal, voy acá, a la vuelta de de la esquina. ¿Y qué vas a hacer allá? Me pregunta un amigo que no entiende nada de esto y por lo tanto no solo no me acompaña sino que me dice rara.
Rara…
Así me llama.
Porque para mi los ojos no son mas que ventanas sin sentido sino son acompañados por las cortinas de mi olfato, los vidrios de mis labios, mis orejas y mis manos.
Rara…
Así me llama
Porque mi curiosidad desborda mis percepciones e inunda mis sentidos para que mi mirada flote sobre este mar sensible en la búsqueda de un puerto con playas de nirvana. Playas pintadas con las cosas más simples de la vida como el amanecer.
¿Acaso alguna vez oíste el hilo de aire y el crujir que deja la yerba mate en su camino hasta tu boca? Sí, cruje como las hojas secas de un día de otoño.
¿Acaso alguna vez notaste a qué huele la entrada de tu casa? La mía huele a lavanda, asfalto mojado y laurel.
¿Notaste las manchas oscuras de la luna antes de que se escondiera suave y tímida tras el biombo de nubes? ¿Notaste esas estrellas que están y aquellas que son invisibles, pero que de hecho existen allá afuera?
La alegría tonta de espiar a un picaflor, un bicho de luz o ese insecto rojo de manchas negras haciendo cosquillas en las yemas de tus dedos. Alegría tonta comparable a encontrar una moneda en la calle.
El perfume de las sabanas limpias y el color infinito de la profundidad de las tres de la mañana.
El sonido del silencio cuando arenosamente el cereal acaricia tu lengua.
El cariño del sol sobre una mejilla.
El aire resbalando por las hojas.
La percusión del cielo y de la lluvia.
La espuma abrazando tu cuerpo.
La tierra polvorienta bajo tus pies.
La mirada perdida de la gente extraña.
El rozar aturdidor de este lápiz.
Ahora lo hiciste, lo acabas de hacer. Pero si no es así, entonces no me busques. Si no es así, entonces no me llames. Aunque mis noches sin ti no sean mas que una ausencia y el despertar de otra mañana de desencuentro. Solo llámame, solo búscame si vas a utilizar esa palabra: RARA… porque tu normalidad… me da tanta lástima.

Una tela lila que cuelga desde del techo me indica el camino entre los diferentes pisos y correspondientes exposiciones.
Una película perdida. La confesión de la audiencia: – nunca pasa nada, es interesante, pero nunca pasa nada –. La respuesta de la ausente con tono irónico: – somos tan postmodernistas…- . Mientras esta conversación fluye de fondo se expone, sobre el piso de madera y las luces escarlatas, una obra sin sentido pero llena de sentidos. Una ironía. Un parto. Una canción extraña. Mujeres doloridas. Mujeres enfermizas. Gracia. Risa. Cara de escepticismo. Fueron algunos ingredientes de este menjunje de colores. Minutos más tarde una subasta de arte es confundida con un stand up a razón de su fracaso. Nadie quiere comprar arte esta noche, todos buscamos dos pesos escondidos en los bolsillos para comprar otra cerveza.
Hay una sala semivacía, mi sala favorita, se encuentra envuelta en palabras de a dos y comparte el sonido de sus voces entre sorbo y sorbo. Espectadores. Aunque esa seria una palabra incorrecta para describirnos. No hay obra para ver. El piso dos es un todo. Los cuerpos espontáneamente danzan de manera diferente sin que nadie los llame, sin que nadie los convoque. Entre la expresión corporal y el roce de los seres nos quedamos mudos entre fragmentos de relatos. Callamos para extrañar estos movimientos y esos espacios que antes compartíamos con frecuencia los sábados. Y sin darnos cuenta de un momento a otro estos bailarines se vuelven el centro de la escena. Sus rostros enmarcan pasión y goce. Miramos, observamos, contemplamos las sombras proyectadas por el calor de las luces doradas y coloradas. Sombras delicadas pronunciadas con gracia. Podrían estar así toda la noche y yo podría mirarlos por horas.
Tercer piso de fiesta. Lo que parece un closet se disfraza de barra. Se escuchan sonidos rescatados de las tradiciones nórdicas fusionadas con algo más cotidiano y un baile divertido. Espiar la terraza para ver entrar los aires varios segundos y bajar las escalera para volver a bailar pero con sonido mas cotidianos. Reggae y saltos enérgicos cierran la jornada.
El sueño es aplastante. Es hora de marchar a nuestras casas y dejar atrás al 1er Festival de las Artes del Instituto Universitario Nacional de Arte.

martes, 9 de noviembre de 2010

Tarde de Norah Jones


Sedas colgando del techo simulan ser el telón de este park en luna. Dos luces se encienden. Dos lámparas de tela , simpáticas, bien caceras, que me invitan a sentirme como esas noches después de un largo día sin hacer nada, en los que me recuesto perezosamente en los almohadones de mi cuarto, coloco los discos según la situación y cierro los ojos para sumergirme en ellos a través de mis oídos, a través de sus sonidos.

Vestía un simple vestido rojo con lunares blancos, un cabello corto hacia asomar la cara de Amelie detrás de su nuca y un aura simplista rodeaba sus manos. Manos que saben sacar mares de colores a los instrumento. La gente se entusiasma al verla tras el piano. Su voz es suave pero espesa, volátil y profunda, pequeña pero inmensa. Me traslada a los bordes del asiento en donde puedo sumergirme en la relajación de mi cuarto.

Su música hace descansar a este cuerpo fundido tras un día atareado lleno de viajes, idas y vueltas, memorias. Mis pies descalzos dan pequeños saltos en nubes de algodón llenos de melodías simples combinadas de manera sutil. Caminata iniciada con repertorios de The Fall seguida de canciones impresas en el corazón de este inmenso mar de gente que no deja asientos ni almas vacios cuando escuchan Waiting, Man Of The Hour o December. Un sonido sacado de la valija vieja de Johnny Cash y un par de sorpresas más. Sigilosa picardía es la de imaginarme vestida con el sombrero de Chaplin y atravesando el cabaret de Lisa Minelli con el contagioso sonido de Sinkin' soon.

Esta oscuridad cae en sentimientos, se materializa, cuando, prendidos en un transe de luces de colores y un escenario minimalista, deja desprender lágrimas imperceptibles con clásicos de Come Away With Me… sintiendo recuerdos de un corazón empapado en vino con Don´t know why.
Y cuando se creía todo finalizado un poco de aceleración al ritmo para juntar un poco los fragmentos de un corazón roto en recuerdos y alegrías de experiencias. Sunrise.

Mucha paz. Sin dudas es la voz más hermosa y perfecta que he tenido el placer de disfrutar en vivo. Toda una dulzura Noritah.
Despedida… No te vayas… Una más, aunque sea de Ray Charles… ¿Es mucho pedir?

viernes, 5 de noviembre de 2010

Tarde de Arbolito


Las luces vuelven a apagarse. Cocineros ya termino de dar deliciosas recetas de canciones divertidas. Regaladas al publico con un poco de aire cordobés entre este juego de luces porteñas.
Por precaución nos invitan a resguardar nuestros impulsos corporales en el pecho. Tranquilos en sus puestos deben aguardar los fanáticos que saben cada tema de memoria. Esto es un teatro aterciopelado y hay que mantener las formas para no arruinar las decoraciones doradas del hermoso Teatro Cervantes.
Se encienden las luces en una danza divertida en medio de esta suave oscuridad. El público aclama en su entrada. Arbolito. Escuchados muy poco por la radio, no los conocía del todo, su nombre hacia ruido pero no estruendo. Muy pocas son las bandas que, sin conocerlas, me llenan en cada centímetro de piel con una película de placer melódico y armónico. Mis oídos son testigos de deliciosos instrumentos norteños combinados equilibradamente con la guitarra eléctrica y el bajo. Un poco de violín, un poco de charango. América bonita, mi América latina. Volver a las raíces y dejar aunque sea por un momento de lado los excesos de artificio. Eso es lo que muestra por momentos una pantalla gigante. Imágenes que recorren cada rincón inigualable de esta tierra. Me recuerdo bailando folclore en las peñas, me recuerdo viajando. Me recuerdo y así me sumerjo en este columpio de sonido y luces, de terciopelo y oscuridad. Haciendo de las percepciones simples un exceso de relajación.

Tarde del Ropero al Closet


Identidad…
Repaso de unos meses atras.

Luego de esperar varios minutos a que entraran todos los cuerpos que hacían fila en la puerta en busca de algún lugar sobrante entre las tertulias del Teatro Cervantes, las luces se apagan y me ciegan de esta saturación de terciopelo bordo y detalles dorados. Una luz blanca alumbra como luna sobre el escenario y da inicio a “Del Ropero al Closet”.
Entre los albores de los alborotos que causo la ley del matrimonio igualitario Teatro por la Identidad no hiso caso omiso a estos momentos de verdad. En esta oportunidad pone en escena, en el cierre de su primera parte, esta obra que con humor demuestra la dificultad y hasta la contradicción que sufren los homosexuales en el momento de sincerar su identidad a lo largo de la historia de nuestra sociedad.
Estuvo más que acertada la combinación de esta historia, que siempre es la misma dividida en bloques cronológicos, con la liberación del cuerpo.
Una muchacha pasa como presentadora de una lucha en ring, qué mas metafórico para describir a la sala en donde un joven confiesa a sus padres inclinaciones sexuales “socialmente incorrectas” en los años 30. Esta muchacha lleva consigo una década escrita en un cartel mientras baila la música de dicha etapa. Tango para el inicio, Reggaetón para el final. Liberando de a poco el cuerpo a través de la danza. Liberando de a poco el cuerpo representado en la imagen femenina. Liberándolo para que con humor los roles se inviertan y de alguna manera sea el padre quien remata, tras tanta negación, con completa aceptación -¡¡¿Por qué mi hijo no es homosexual?!!- le grita a los vecinos y a Dios. En esta época en la que somos muchos los que anhelamos los derechos igualitarios y los que repudiamos los argumentos despreciables e incoherentes de aquellos que viven con el odio y la discriminación que deberían permanecer en las épocas pasadas. Épocas de tango.
Una obra corta con un mensaje preciso. Una pieza más que construye nuestra identidad como sociedad.

Tarde nacional

De un tirón, un miercoles a las 11 am.

Me había recostado la noche del martes 26 feliz de poder descansar hasta el mediodía, pensando que la noticia unánime de la tarde del miércoles, esa que me acompaña entre los sabores de mates solitarios y mermelada cotidiana, iba a ser nada mas y nada menos que la del censo nacional. Nunca me hubiese imaginado que ese feriado no solo iba a levantarme temprano sino que esa noticia no iba a ser plasmada por ningún canal.
Estaba entre sueños y eran las diez de la mañana cuando mi mamá subió las escaleras y con un nudo en garganta me dijo – murió Kirchner.- Pocas veces en mi vida me levante urgente de la cama gritando un qué tan incrédulo entre mis labios. No lo podía creer.
Yo no vote por él. Y lo digo no solo porque tenia apenas 13 años en aquel 2003 sino porque nunca me considere peronista y hoy incluso ni siquiera K. A pesar de ello jamás creí sentir tanta inseguridad, tristeza, miedo y bronca por la muerte de alguien que no perteneciera a mí circulo de conocidos.
Y es que siendo hija de la democracia y con mí corta vida, jamás antes había no solo visto sino también sentido que algo diferente podía gestarse en el seno de nuestra sociedad, desde que ese personaje de mirada extraña y de saco desalineado había asumido la presidencia. Recuerdo cuando agarro el bastón al revés o cuando entre el tumulto de gente se golpeo la cabeza contra una cámara inquieta. No seria la última vez que la prensa lo golpearía. Eso que se estaba gestando era algo viejo que se renovaba como nuevo: política. Política en el escenario público. Esa palabra demonizada que gracias a su gestión volvió a estar presente en la vida de los argentinos. Una palabra que muchos descalifican como si fuera un insulto para esconder bajo la alfombra, entre tantas otras cosas, verdades de una historia negra de la cual nadie desea hacerse cargo. Tal vez por eso llaman a los nuevos jóvenes militantes, vagos politizados. Se indignan, se escandalizan o bien porque hace casi cuatro décadas atrás su única contestación era “Buenos días, señorita” o peor aun porque ellos mismos eran quienes enseñaban el silencio.
Hasta que un día, se bajo ese retrato, un 24 de marzo se convirtió en feriado nacional y recibiendo pañuelos blancos en su despacho se dio inicio al pago de una deuda enorme. Deuda no inscripta en billetes verdes o violetas, sino en gritos de un corazón latinoamericano situado bien al sur del cono sur.
Hoy muchos sin cara se atreven a llamarlo “Un gran presidente”. Ahora que ya no esta. Un poco de hipocresía. No es necesario mencionar sus nombres, sus agencias. Ya son sabidos por todos.
Tristeza y miedo porque es una perdida fundamental en el lado de una balanza que brilla en su cúspide con un modelo integrado por decisiones políticas que hacen ver a la democracia como un camino certero con finalidades comunes: la asignación universal por hijo, la ley de matrimonio igualitario o la tan preciada ley de medios. El guardián que con sus aciertos y desaciertos tenía su mano puesta en el hombro de un proyecto llamado argentina. Haciendo publico lo que fue privado con el neoliberalismo. Yerba mala, esa si que no muere. Y eso es lo que genera inseguridad. Una baja, y como en toda balanza la física la obliga a buscar nuevos equilibrios. Posible búsqueda de equilibrios llena de buitres que este día celebran con champaña de la más cara. Bronca. Los argentinos parece que no tenemos suerte.
Pero luego de mirar la ventana informativa el miedo se apacigua. Ahí esta la actual presidenta. Ella que no es Isabel, el que no era Perón. A pesar de que algunos se sigan parando en la inestabilidad más próxima pensando que la historia puede volver a repetirse con otros actores. No los culpo son los síntomas de las heridas de esta tierra ciclotímica. En lo personal no creo que se retrocedan diez años y no son sentimientos infundados. Me da esperanza toda esa gente que acompaña no solo a esta familia bajo una bandera sino que principalmente acompañan a un modelo de país que hicieron propio. Aquellos independientes que no son militantes, que no miran 678 pero que se sienten identificados por más de una razón. Porque a pesar de las polémicas y los trapos sucios que se puede sacar al sol es indudable que la escena ha cambiado. Y prefiero esta argentina que el de mi niñez y preadolescencia: esa Argentina de los años 90. Y fundamentalmente, porque me llena el corazón de orgullo, prefiero mil veces esta Argentina con una unión de hermanos latinoamericanos nunca antes vista; que despide emocionada, a través de sus dirigentes, con besos, abrazos y palabras de cariño, respeto y fuerza; a la figura política más influyente e importante de los últimos tiempos.
El dolor recorre las calles de Buenos Aires. Gente triste, gente que canta, gente que llora, llena cada rincón de la Plaza de Mayo. “Somos muchos los que estamos, no tocamos bombos, no levantamos banderas pero estamos acá.” Y acá, no se puede creer…