sábado, 31 de julio de 2010
Día a Misiones
A la espiral de tiempo caprichosa le gusta hilar esperas y al falso tiempo le gusta llorar gotas dulces, grises y pesadas.
Así comenzó el primer día de viaje: con esperas de una hora y un clima tormentoso. Serán 22 horas hasta Foz de Iguazú para presenciar una de las futuras siete maravillas de la naturaleza.
A pesar de las expectativas aun no pienso en eso, el futuro aunque esta programado sigue siendo incierto. Ahora lo que me preocupa es eso, el ahora. Es en el presente, en el que vuelco con chorros de tinta símbolos que representan ideas con mezcla de materia gris y sangre, cuando la compañía no es grata. Son dos vértices opuestos que se equilibran en mí. Andrea se maravilla con facilidad y es tan entusiasta como una niña en una dulcería, Paula en cambio es totalmente escéptica y las sorpresas fluyen en su rostro como si fueran parte del orden de lo cotidiano. Andrea tiene más de 40 y parece de 12 años. Paula con solo 18 años parece de 50. Esta vez me toco cumplir el rol de colchón amortiguador y para colmo estoy lejos de ella. Mis ansias por tocar sus cuerdas en estos momentos de silencios parecen precipitarse al borde de la desesperación cuando escucho uno de mis temas favoritos. Ansiedad encerrada en un cuerpo duro que mira la ruta deformada por las mojadas ventanas. Los acordes sublimes son interrumpidos por la voz molesta del cordinador de excursión. Me siento tan “turista” y ese sentimiento combinado con la reiterativa palabra “familiar” me estrujen el estomago, sumado a que aun no divise a ningún espécimen masculino de 20 años.
La voz sigue molestando y el dictado de precios con títulos como “La Gran Aventura”, “El Famoso Gomon”, etc, es una puñalada a mi instinto viajero. Soy tan pero tan turista… Para los que viajar significa un soplo de libertad, las agencias de viajes son el chupa sangre de ese espíritu. Vampiros que además de vaciar de aventura al viaje vacían los bolsillos cobrando $180 un paseo que viola mi derecho a transitar libremente. Dicho artificio para los ilusos, ya que la realidad es otra, donde una joya tan nuestra es extraída, “pulida” y publicada como tapa de revista por los vampiros mayores. La palabra privado fue el ultimo golpe a mi estomago. Pero estas son hipótesis que de a poco se corroboraran al acercarme a la meta con cada giro de neumático en la ruta.
Es hora de dormir bajo melodías tristes, casi de cuna que me reagalan un petalo de sal.
Veo las luces de la ciudad a lo lejos en la oscuridad de la lluviosa noche, como un incendio naranja que interrumpe la negrura con sus llamas, la naturaleza con su tecnología.
Los minutos pasan pero las horas no. Las piernas molestan, la espalda también. Son las 4 a.m. y parece que todos duermen. Soy yo la única molesta con la luz encendida que lee un libro que hace unos 30 años también era considerado molesto.
Los minutos pasan pero las horas no. ¿Que motiva a estas personas a pasar casi 24 horas en una prisión móvil? ¿Por qué aquel adicto al tabaco decide contener sus ansias la borde de la locura por tanto tiempo con el fin de tomar una foto? ¿Ese tipo de sacrificio, del cual se queja, vale mas ahora que esta por llegar a la meta que por un par de pulmones sanos en una habitación de su casa? ¿Qué hay a cientos de Km. que no hay cerca de casa? Si todos lo dicen debe ser verdad: No hay que morir sin conocer las Cataratas del Iguazú. Mientras tanto me las imagino.