viernes, 15 de octubre de 2010
Noche en Villa General Belgrano
Oktoberfest...
Sumergiendo este retrasado transporte entre el mar de pastos verdes que con cada giro de neumático se hace mas y mas alto. De Córdoba a Villa General Belgrano hay una distancia de una hora y cuarenta minutos aproximadamente, un recorrido que atraviesa sierras, diques y puestos de la comida propia de las picadas. El lugar ya lo conozco y entre las casas a dos aguas y la decoración cada vez mas marcada entre coloridos jardines y madera, mucha madera, me voy preparando para bajar y formar parte de una fiesta diferente. Desplazándome por sus calles nuevamente siento que este lugar es un retrato idéntico de algún libro de colorear que seguro tuve de chica. Es que el exceso de madera que se presenta hasta en las publicidades, las casas pequeñas de techos rojos, esas sillas talladas con corazones salidas de la mas infantil película de disney, el arroyo que atraviesa el pueblo entre árboles, cascaditas y rocas, y las sierras custodiándola como si fuera un secreto guardado; me hace sospechar que estoy en algún cuento de duendes y hadas.
Pero Villa General Belgrano no es ningún secreto. En estas fechas de Octubre esta en boca de todos y el tinte infantil de un pueblo inocente se borra con la llegada de miles de turistas que buscan saborear las más deliciosas cervezas artesanales. Y a eso venimos, a disfrutar de una rubia Brunen bajo el techo a dos aguas de la fábrica artesanal que se encuentra en pleno centro.
Los pequeños micros vienen y van trayendo en manada a la gente que quiere viciar en el Oktoberfest, la fiesta de la cerveza en Argentina. Esta fiesta de tradiciones extranjeras toma lugar en Córdoba de la mano de sus fundadores. Villa General Belgrano fue fundada en los años ´30, por dos alemanes, Jorge Kappuhn y Paul Heintze y junto con la llegada de más familias provenientes del centroeuropeo dejaron marcadas costumbres en cada rincón del lugar, imitación de Munich. En la década del ´60, surge la Fiesta Nacional de la Cerveza, de la mano de los primeros inmigrantes que llegaron al pueblo. Además de la protagonista bebida, se puede encontrar la gastronomía con sus platos típicos y sus deliciosas tortas y todas las costumbres de Europa Central, como la música, los bailes, las fiestas, las artesanías y por supuesto, el idioma; que hoy veo representados en el escenario del Parque Cervecero.
Su protagonista no es barata pero se encuentra en todas sus variedades, colores, marcas y tamaños, a disposición en las múltiples cervecerías, artesanales e industriales, presentes en un sector del predio. Sin duda eso me genero un gran desencanto, esperaba ver mas carteles artesanales y pocos industriales, pero por lo visto no se puede competir con los gigantes llenos de quien sabe qué conservarte en sus lúpulos y cebadas.
Disfraces pintorescos y jarros cerveceros que cuelgan del hombro con su cinta color amarilla, negra y roja (como no podía ser de otra forma) invaden la calle principal convertida en peatonal y decorada con banderas de todas las naciones. Y con el tumulto de gente viene aparejada una ironía que no podía dejar de mencionar: en la fiesta de la cerveza no se puede (o no se debería) consumir bebidas alcohólicas en la calle. A pesar de eso, las horas pasan y los primeros cánticos se oyen desde todos los rincones. La noche es amena y la gente es una fiesta. Alegría, alegría, alegría. Es una noche diferente y divertida que no se sacia con el primer trago y busca en cada barcito cubierto de roble y pino un poco más de sol bajo la espuma.
A la mañana siguiente es poca la resaca y muchas las ganas de disfrutar de más sol, pero del sol de verdad. Aunque vinimos a la fiesta el cuerpo pide a gritos que haga algo que me haga sentir realmente en Córdoba. Conexión con la naturaleza, tomar distancia de la gente y, a pesar de ser turista en este fin de semana largo, tomar conciencia del viaje. Cerro de la Virgen. 240 metros colina arriba, empinados y molestos pero de sonrisa delicada que mira profundamente el horizonte y mucho más haya cuando lo verde se confunde con lo celeste. En la mezcla juntos abren un gran signo de interrogación y con los cánticos de la brisa me invitan a visitar lo inexplorado. Lastima que Buenos Aires a pesar de estar tan lejos esta tan presente y de a poco corta el tiempo de óseo. Egoísta y mezquina nos quiere solo para ella. Mejor bajamos y seguimos de joda, antes que el tiempo nos haga volver con un tirón. A bailar!