viernes, 1 de octubre de 2010

Día en Ciudad del Este



Ciudad del Este
Demonios en mi cabeza, dolor, virus, bacterias. Que se yo. Intento ignorarlos pero me condicionan de los pies a la cabeza.
De todas maneras mis inquieta curiosidad es mas fuerte que cualquier ser unicelular que me quiera hacer doblegar. Aunque arrastre los pies, aunque finja sonrisas, aunque no compre nada.
A un lado la agencia con su micro lujoso. Esta tarde viajamos gasoleras en bondi y a pie. Hace calor mucho calor… por lo tanto mi cuerpo afiebrado pasa desapercibido entre las sospechas de mi mama que mira con preocupación mi cara cuando me oye tararear Capullo de Alelí, canción que siempre canto entre las pavadas pronunciadas bajo el efecto delirante del calor bajo la frente.
La aduana es un embudo que va solo en un sentido por la mañana y otro por la tarde noche. El tráfico es como un reloj de arena que se invierte cuando el último grano, el último rayo de sol, cae. Punto tripartito. He tenido más problemas para entrar a un recital que atravesando esta frontera.
Contaminación visual + contaminación sonora + trucho todo trucho = ¿La Salada? ¿Acaso Once? Parecida, muy parecida pero multiplicada por diez pisos mas. A un lado quedo la naturaleza también. Mas cemento polvoriento que acá imposible. Lugar en donde tres países y culturas parecidas pero diferentes se mezclan bajo un mismo letrero: Comercio. Boludese de bazar, ropa, electrodomésticos, electrónica, etc. Mercancías de diferentes tamaños, colores, pixeles, lentes y pantallas planas. Pequeñas joyas custodiadas por un estado que brinda su seguridad nacional al servicio de la mercancía ilegal en Ciudad del Este.
Pero dentro de lo trucho hay diferentes niveles. Todo el mundo te dice – En la calle NO!- . Adentro en el primer piso muchachas paraguayas vestidas con uniformes ridículamente provocativos como animes japoneses, adivinan precios entre dólares, reales y pesos. Arriba en Mona Lisa, ultimo piso, mujeres de traje negro venden en relucientes vidrieras Amoure by Kenzo, Gucci, Cannon y Panasonic.
Los turistas se ven encantados con los precios bajos. Pero para nosotras no hay tantas diferencias con los lugares antes mencionados. Quieren que gaste a toda costa pero no, no voy a comprar cosas que no necesito por el siempre echo de estar un par de pesos menos. La gente afluye por doquier para consumir y sacar provecho de la desnudes ignorancia, rusticidad del populacho que vende entre mercancías que nadie sabe de donde vienen ni a donde vuelan las divisas. Triangulo de las bermudas. La ciudad de la que todos hablan como extraña pero que a mi se me hace muy familiar.
Mejor nos retiramos antes que anochezca… fiebre fiebre fiebre!