martes, 7 de septiembre de 2010

Tarde con pantalla grande independiente


Un recorrido de un recuerdo no muy lejano y anotaciones para el año proximo...

El día se despierta tarde con la resaca de una noche de tormenta. Son las 10:00 AM de un sábado gris. Pocos agujeros celestes se ven en el cielo. Vestigios de un aroma a café que se impregno en la ropa, abrigo en mano, paraguas, agenda y lapicera, morral, guía T del bolsillo para un viaje de una hora y cuarenta minutos a la gran cuidad porteña y un par de pesos es lo único que necesito. Es que para esta tarde de sábado no es necesaria mucha plata. Es un día especial para el pochocho, la coca y la pantalla grande. Pero esta vez no voy a ver cualquier película comercial. Hoy es sábado de BAFICI, el doceavo Festival Internacional de Cine Independiente que se realiza en Buenos Aires. Nació en 1999, y año a año se consolidó como uno de los Festivales de cine más destacados del mundo, con un importante reconocimiento y un lugar de privilegio en la agenda cinematográfica internacional. Es reconocido como vehículo fundamental de promoción para la producción independiente, que aquí puede mostrar los filmes más innovadores, arriesgados y comprometidos. El Festival integra, a través de su amplia programación, diversas expresiones culturales y reúne a directores consagrados y nuevos talentos en un ámbito dinámico. Con un amplio rango de películas que incluye premieres mundiales, argentinas y latinoamericanas, además de merecidas retrospectivas, es el evento más grande y prestigioso para el cine independiente en América Latina.
Luego de un tren y un subte llego al Abasto Shopping, una de las sedes de dicho festival.
Me encuentro en medio del tercer piso, rodeada de carteles celestes, computadoras, panfletos y lugares de descanso. Un contraste marcado entre la gente que va a buscar la programación del cine y aquella que pasa por los costados para subir al cuarto piso en las escaleras mecánicas de esta gran feria chick de marcas conocidas y aparatos ruidosos. El contraste se encuentra tanto en la forma de vestir, la edad, la manera de caminar directo al stan con esa expresión en el cuerpo que sabe a donde va, el habla de algunos japoneses que buscan algo en particular le da su tinte de internacional al lugar, o el simple echo de tener el panfleto en la mano me hacen saber que vienen por lo mismo.
Llega una amiga y elegimos película. Decidimos ver “Cortos Muestra Programa 3” que comenzaba a las 14:45. Luego de hacer una cola de varios minutos nos percatamos de que no era la correcta, la fila para sacar entradas del BAFICI se encontraba a un lado mal señalada, razón por la que llegamos 5 minutos tarde a la última sala de Hoyts numero 12. Había notado en la fila que muchas personas se encontraban ansiosas. Con la programación en la mano consultaban por largometrajes con entradas ya agotadas. Parecían estudiantes de cine y tras haber cruzado un par de líneas con ellos, acerca de la mala señalización de la fila, me di cuenta que efectivamente lo eran.
La sala estaba llena, pocos lugares quedaban libres a los costados.
El primer corto se llamaba “Esa soy yo” de Belén Blanco. Contaba la breve historia de una vieja actriz preparándose desde su camerino para salir a escena. Intentando ser algo cómica en algunos momentos me pareció buena aunque no llenaba las expectativas.
“Retratoautorretrato de Lola Prun” de Paulo Pécora no fue nada convencional. Me pareció interesante el manejo las imágenes en blanco y negro de la playa y la mezcla de voces de fondo que leían una triste carta de amor. No tenía mucho sentido pero el manejo de esos recursos me provocaron un encanto especial. Más que contar una historia contaba sentidos.
El mejor fue “Cyntia todavía tiene las llaves” de Gonzalo Tobal. Se trataba de una chica que tras haberse separado de su pareja aun vivía en secreto por las tardes en el departamento de él. Mientras recorre los rincones de su viejo hogar cuenta con cinismo cómo su vida se encuentra encerrada en los recuerdos de lo que había sido un intenso amor.
Al terminar el tercer corto muchas personas se retiran de la sala incluyendo mi amiga.
Comienza a proyectarse “Del amor” de Goyo Anchou. Lo poco que pude ver antes de quedarme dormida fue lo que parecía una extraña comparación entre tres mujeres en bikini y lobos marinos tirados en una playa bajo el sol. Esta película en blanco y negro, sin conversación alguna y con música estridente casi de terror de fondo, terminó por sumergirme en el mundo de los sueños. Lo último que recuerdo fue la palabra cristalización dominando toda la pantalla cual película muda.
Desperté avergonzada. El siguiente y último corto no fue mejor. “Música para un film perdido” de Luciano Zubillaga parecía realmente perdido. No encontré conexión alguna entre las imágenes, las voces de los locutores, los sonidos, etc. Me imaginaba al director de este film mezclando recursos sacados al azar de una galera. Fiel a una visión dadaísta surge como resultado este corto de 20 minutos eternos que hizo dormir a muchos espectadores.
No me quería retirar tan temprano y llevarme una mala imagen del Festival, pero tampoco quería volver a pagar 10 pesos y estancarme mirando un largometraje que no me interesara, producto de mi escasa experiencia como espectadora de cine independiente. Así que luego de pasear un rato por los rincones del tercer piso y mirar una y otra vez la programación sin saber que hacer, opté por ir al Paseo Carlos Gardel y mirar alguna proyección gratuita al aire libre. Me bastaron no más de 2 minutos para sumergirme en la historia que estaba observando en aquella sala improvisada. Otra vez lleno a pesar del clima que oscilaba entre el buen tiempo y la lluvia, me senté en una de las pocas sillas disponibles a un costado. Los sonidos bulliciosos de la calle no molestaban para nada, desaparecían en el espacio entre la audiencia silenciosa y la pantalla gigante. La acción de “Tape”, del director Richard Linklater, se desarrolla en una habitación de un motel. Allí se aloja Vince, un joven que en la actualidad se dedica al menudeo en la droga, alternando esta actividad ilícita con su condición de bombero voluntario. Vince ha acudido hasta allí para asistir al estreno de la película de su amigo Jon. Este acude a visitar a Vince a su habitación, y en la conversación entre ambos muy pronto comenzarán a relucir reproches que responden a la diferente concepción que de la vida, el futuro y el triunfo tienen ambos. En la profundización del debate entre los dos aflorará un oscuro suceso del pasado de Jon; diez años atrás protagonizó una violación con su compañera Amy. El recuerdo de aquel suceso aparentemente olvidado lo atormentará. La joven tras la sorpresa inicial y el doloroso recuerdo de lo sucedido, aparentemente superado, ejercerá su venganza hacia los dos. Es así como con un solo escenario y tres únicos personajes, logra mantener el interés en todo momento. En Bueno Aires se respira cine. Unos últimos aplausos, el sol que se iba ocultando y las personas que se retiraban en masa me indicaron que debía retirarme. Un viaje largo me esperaba.