sábado, 11 de septiembre de 2010

Día de un viaje a Costanera Sur


Conozco el lugar. Lo conocí hace unos cinco años esa edad en la que uno tiene los años suficientes para viajar solo distancias largas por placer. La edad en la que uno se pregunta que rincones esconderá la ciudad vertical y si será cierto la inmensidad de su naturaleza. Esa inmensidad que de chica veía en los gestos de los adultos de Buenos Aires cuando combinaban las palabras – Ayer fui a Capital.- Era una frase con premisa de novedad, como si fuera más importante que visitar Hurlingan, la cual se encontraba a la misma distancia de casa que Ciudad Autónoma.
Así de la duda salte al hecho y viaje. Pasear por Capital y descubrir sus escondidos rincones se transformo en el pasatiempo de vez en mes. Retiro era siempre el primer pliegue a desdoblar en este mapa del tesoro. Seguía Plaza San Martín, Florida, tal vez Corrientes con sus teatros o Recoleta con sus bosques afrancesados, esa con tintes coloridos de un menjurje de circo, música y artesanía, o quizás Congreso a saciar el hambre en mi restaurante favorito o si el paladar pedía pizza el destino sin duda era Chacarita. Nueve de Julio… solo para caminar. Todo según el día, según las ganas, según la plata. Pero aunque en general no solía tener nada de plata en el bolsillo, casi todo es gratis en Buenos Aires. Solo hay que rebuscar en los rincones. Rica en cultura, de asfalto. Una burbuja frágil de cristal pero dura como el concreto.
Millones de personas la visitan cuando sale el sol. La luna se ve tan solitaria los días de semana. Es un corazón que duerme solo y tranquilo, que sueña con los latidos veloces de los pasos agitados y rápidos que le brinda la adrenalina transportada por sus arterias pulmonares a partir de las 6 de la mañana de lunes a viernes. Es adicta a ese movimiento, a esa asceleracion en la sangre. Tanto que en su búsqueda de más acción se vuelve violenta, nerviosa e impaciente.
Los fin de semanas son las noches las que no descansan. La variedad existe pero satura las opciones. Donde en plena oscuridad miles de luces descargan vicio y vida. Juego y baile. Recitales y exposiciones. Música de miles de armonías y melodías diferentes transportada en las venas. Gritos y silencios en la noche. Llantos o risas. Todo depende de donde estés parado.
Amo Capital Federal la amo tanto como la odio.

- Chacarita. –
- ¿Ida y Vuelta? -
- Ida. -
La basura de las vías vuela en remolinos cuando el poderoso San Martín se acerca firme a la estación San Miguel. Pobre José de San Martín, considerado el Libertador de America y el más grande, al igual que con los billetes, acá nombra al tren más precario. Y allá del lado izquierdo cerca de la estación Mitre esta el famoso Patio Bullrich y del lado derecho acompañando a la estación San Martín la igual famosa Villa 31 con gente que lucha por tener algún San Martín en el bolsillo.Esta frontera que junto a su avenida y vías de tren separa a dos mundos polarizados. A la izquierda burbujas de cemento y vidrio que engloban al consumismo y una gran vida capital diferente a la realidad de la derecha, residuo de la primera.

No hay mucha gente en estos horarios de siestas y viernes. Normalmente vería colgados de los vagones a las personas que retrasados no quieren llegar tarde a sus empleos. Causa de miles de accidentes y de carteles de prevención que juegan con la sensibilidad para generar conciencia o con coloridas pancartas con enigmas ingenuos y molestos que uno lee una y otra vez para no perder la costumbre. Lo mejor para un recorrido ya conocido de memoria son los auriculares y la radio. Me dan ganas de reír a carcajadas como esta locutora pero todo aquello que se asome al trasporte publico y no sea el de expresión ambigua entre la nada y la reflexión, entre la distracción y la observación, el de simplemente la indiferencia, me acercaría al que dirán y la clasificación de locura. Así que sonrío delicadamente y cierro los ojos para intentar dormir. Pero descansar se me hace difícil. Con este frío el ciclo del agua juega a hacer escarcha entre las bifurcaciones de la piel y vapor entre los labios rojos. El abrazo propio quiere ahuyentarlo pero es inútil la locomotora parece estar en mis piernas y no yo en ella.
Ya se siente llegar Chacarita y próximamente se ve el círculo rojo con boca a lo subterráneo.
- Dos… –
Adoro el subte. Si no fuera por este trasporte siempre me perdería en esta ciudad de esquinas parecidas y sus acolchonados asientos me hacen sentir en un primer tacto, por un breve momento, como esa niña que jugaba a saltar en la cama de resortes de sus abuelos. Las expresiones siguen siendo las mismas. Alem.
Luna Park. Esta esquina me trae divertidos recuerdos. Pero esta tarde no hago fila para sacar nuevas entradas y, no sin antes echarle un vistazo a la cartelera, sigo de largo por los últimos metros de la Avenida Corrientes en vista al río. Pero antes de llegar a ver al oleaje hay un barrio que atravesar...