martes, 14 de septiembre de 2010

Día en Costanera Sur


Siguiendo por Villaflor a unas cuatro o cinco cuadras me topo con la Reserva Ecologica Costanera Sur o mejor conocida como Costanera Sur, pero eso forma parte del pasado:

En la decada del Centenario miles de porteños se acercaban al lugar en busca de aire fresco en las tardes de verano, o para bañarse en el río. El lugar estaba enriquesido con la instalación de bares y confiterías que sumaban su belleza arquitectónica a la Fuente de la Nereidas, de la escultora Lola Mora, la estatua de homenaje a los aviadores del Plus Ultra, en estilo art decò, las farolas de bronce, el monumento a los Reyes de España. El balneario se convirtió en uno de los paseos preferidos de los porteños, no sólo durante el día, sino también por la noche, gracias a los espectáculos de música y variedades ofrecidos en las confiterías. Hacia fines de los años ’50 comenzó la decadencia del Balneario, las instalaciones se fueron deteriorando y poco a poco comenzaron a aparecer carteles que prohibían el baño debido a la contaminación del río. En los ´70 una decisión golpeó la estetica del viejo y contaminado balneario ¿Las razones? Se dice que querían ganarle tierra al rio y colocar alli la administracion de la Ciudad, proyecto sin sentido de la dictadura que quedó en suspenso. Un dolor profundo en el estómago me surgió de un recuerdo acerca de una historia argentina reciente, llena de dolor, de sangre y muerte. Muerte. ¿Serán verdad las historias sobre la verdadera razón de ser de esta mezcla de vegetación con basura y los aviones? Aviones, cuerpos, mar, río. Personas que son memoria, gente que ya no esta.

A aquella tierra abandonada la naturaleza se encargo de abrazarla en su seno. A partir de entonces, y en forma espontánea, comenzaron a desarrollarse diferentes comunidades vegetales a partir de semillas presentes en el sedimento, transportadas por el viento o dispersadas por los animales. Al proporcionar refugio y alimento, las plantas favorecieron el establecimiento de poblaciones animales. Desde el primer momento, las lagunas y pastizales fueron surgiendo, llamaron la atención de los amantes de la naturaleza y los observadores de aves, que comenzaron a visitarlas regularmente. A medida que crecía la diversidad biológica, aparecían los bosques y aumentaba la variedad de especies animales, el lugar fue convocando a más gente, aerobistas, ciclistas, estudiantes naturalistas y observadores de aves extranjeros de paso por Buenos Aires. Luego se conocería como la Reserva Ecologica Costanera Sur.

Ahora el agua estaba ahí como yo no lo recordaba, hace unos años la sequía había drenado por completo el pantano en la Laguna de los Coypos. Parecía una barrera triste y seca entre la civilización y la naturaleza. Ahora es más un montículo de agua, pasto, basura que nadie recoje, pantano atravesado por motores en el aire. Invadido cada rincon por miles de aves de diferentes especies, colores y tamaños. Algunas de las confiterías siguen estando alli aunque ya no cumplen la funcion de servir cenas, bebidas, tango y espectaculos. Hoy en día la Cervecería Munich ya no divierte como antes. Acompaño a la decadencia del balneario y luego se transformo en el Centro de Museos de Buenos Aires donde infantes expresan su arte en cada rincon de sus muros con pinturas y dibujos divertidos. A pesar de la drástica transformacion todavía quedan vestigios de lo que alguna vez fue. Balcones por doquier parecidos a obras Shakesperianas. Detalles en vitro que muestran una fuerte descendencia alemana y cervecera. Hasta los azulejos y las baldosas son contagiados con el entusiasmo de la cebada. Imagino desde la vsita de sus balcones miles de historias que podrían haber sucedido en el pasado. Historias de amor, de locura o muerte. A lo lejos un tumulto verde me impiden la mirada al río… hacia alla me dirijo.
Chimeneas aportan un poco mas de suciedad al aire en la distancia, atras de la abundante vegetacion. Pero su posible olor es tapado por algo mas cercano y atractivo. El aroma a comida inunda mi nariz. Sobre esta vereda, que bordea y separa la naturaleza del asfalto, estan asentados docenas de puestos de chori con sus respectivos nombres “Su Parrillon”, “Nuestro Parrillon”, “Tu Parrillon”, “El Parrillon”, etc. No hay mucha originalidad lo cual me hace sospechar que son casi todos del mismo dueño. Pero nadie quiere hablar. Todos te atienden con calidez pero a la primera pregunta esquivan la mirada.
- No entiendo. No tengo nada que decirte. No se nada.- Me dice un anciano con la peor de sus caras.
Todos o casi todos. Una empleada con redesilla en la cabeza me contaba sobre los problemas de mantenimiento que tuvieron y tienen durante el año mientras me servia las mas ricas papas fritas.
- El problema princiapal para los negocios es el baño. Los fines de semana estan cerrados. Y la gente se queja porque no puede venir a comer algo rico y no tener baño. Para colmo los sabados y domingos el lugar se llena. -
- Mucha gente son atraidos por el olorcito a la comida y lo tranquilo de este paseo. –
- Viene todo tipo de gente. Desde el tachero que hizo una pausa, el extranjero que quiere probar algo diferente o el corredor que se ve tentado con el aroma. Hasta Julio Boca que vive alla arriba me vino a visitar una vez. – Señala las torres gemelas que hacen sombra en la reserva. Los edificios mas altos de Capital Federal.
Antes de irme a disfrutar mis papas en el recorrido de la Reserva compruebo lo que ella me relató. Un extranjero se acerca a probar un poco de esa comida autoctona que los argentinos aman y unas corredoras se rien de sus debilidades ante la tentacion.
Nunca llegue a ver el agua del río, nisiquiera en las lagunas. Una patrulla me echo antes de que sonara la campana. La verdad es que nunca me había percatado del acelerado reloj que marcaba el tiempo en mi muñeca. Me había perdido en el "mar de pastos" de la Reserva entre historias de y con mate, el compañero ideal para el mirador y el clima frío. Un avion que vuela en lo alto y por lo bajo un pajaro que desplega sus alas imitandolo. Cerca, Colas de Zorro acarician con la brisa las bases de los edificios que descansan a lo lejos. Todo indica el fin luego de que el sol rozará con sus colores anaranjados plieges de la Ciudad de Buenos Aires para darle lugar a la oscuridad festiva y viciosa de los viernes. Contrastes de la naturaleza y la urbanidad. De todas maneras este contraste es pura apariencia. No hay naturaleza libre. Los pastos estan cercados, los horarios de exploracion determinados y sus recorridos bien delimitados. Pero en esta inmensa ciudad de asfalto el refugio es un pequeño escape, un patio trasero para recordar otros lugares. Un patio trasero raro pero que existe.